domingo, 12 de junio de 2011

Los lenguajes de la modernidad

El siglo XX es el siglo de la ciencia y de la tecnología. Más ciencia y tecnología en nuestra vida cotidiana (en los aparatos domésticos, en los medicamentos, en las comunicaciones, en los entretenimientos) no ha significado, sin embargo, más ciencia y tecnología en la institución que prepara a las generaciones jóvenes para insertarse en la sociedad, o sea en la escuela.

Esto no fue grave mientras nuestro aparato productivo tampoco basaba su eficiencia en la inclusión de ciencia y tecnología. Pero eso está cambiando ahora. Avanzar en el crecimiento y resituarse frente al mercado mundial significa, entre otras cosas, formar parte de un mercado laboral internacional, donde la competitividad de los habitantes de un país depende no sólo de la prosperidad de las compañías, sino de las tareas o funciones que cumplan -o sea del valor que se pueda agregar- dentro de la economía mundial

Para el crecimiento de la competitividad hay una condición básica: se debe garantizar que exista, además del capital financiero y de la tecnología, el capital humano adecuado. Esta es una de las funciones centrales del nuevo istema educativo. Por esto todos los países están haciendo fuertes esfuerzos para transformarlos:
las clásicas escuelas que conocimos no alcanzan para formar masivamente las competencias adecuadas para enfrentar el siglo  XXI.¿Cómo se forman? Con un sistema educativo que garantice que todos dominen los siete lenguajes de la modernidad. ¿Cuáles son?

Altas competencias en lectura y escritura. Saber comunicarse usando   palabras, números, imágenes; navegar diestramente por las superautopistas de la información a través de redes electrónicas.
Altas competencias en cálculo matemático y resolución de problemasAprender a resolver problemas en cada uno de los campos del saber: matemáticas, geografía, lenguaje, relaciones humanas.
Altas competencias en expresión escrita. Saber describir, analizar, comparar, es decir, exponer con precisión el pensamiento por escrito; manejar signos, símbolos, datos, códigos, manuales, directorios, bibliotecas, archivos.
Capacidad para analizar el entorno social. Ser democrático. Saber intervenir y participar en el ejercicio de la ciudadanía. Ser capaz de organizarse para defender intereses y solucionar problemas sin violencia, por medio de la deliberación y la concertación, respetando reglas y leyes establecidas.
Capacidad para la recepción crítica de los medios de comunicación social,  que producen y reproducen nuevos saberes, éticas y estilos de vida. Todos tienen que ser receptores activos de los medios de comunicación (cine, televisión, radio, revistas, etc.) para poder analizarlos críticamente y expresarse en sus lenguajes.
Capacidad para planear, trabajar y decidir en grupo. Saber asociarse, saber trabajar y producir en equipo, saber concertar, son saberes estratégicos y fundamentales para la democracia.
Capacidad para ubicar datos y usar mejor la información acumulada. Saber consultar en las bibliotecas, hemerotecas, videotecas, centros de información y documentación, museos, revistas científicas, bases de datos, redes electrónicas; saber describir experiencias, sistematizar conocimientos, publicar y difundir trabajos.

Cambios urgentes
La manera de llegar a estos objetivos está en el centro del debate educativo actual en el mundo. Para lograrlos hay que cambiar lo que se enseña, cómo se enseña, dónde se enseña, quién lo enseña. Hay que cambiar cómo se manejan las escuelas, quién nombra a los docentes, quién maneja los recursos, cómo se toman las decisiones.
Estos cambios son urgentes. Muchos de ellos están ya en marcha, pero tomará tiempo para que puedan generalizarse y tener suficiente visibilidad. Se trata sólo del primer paso que, aunque sea el más difícil y el más comprometido, no alcanza.
Es hora de hacer que nuestras escuelas y nuestros docentes vuelvan a tener el lugar que merecen en la sociedad. Pero esto no se logrará si no cambian justamente los aspectos que tocan de manera más directa los intereses corporativos de los sectores involucrados.

Por Inés Aguerrondo Para La Nación; Subsecretaria de Programación Educativa del Ministerio de Cultura y Educación

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